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Mostrando entradas de agosto, 2020

¿Por qué Ferrari es tan malo? De HiPo a LowPo

Hace unos días dialogué con una persona acerca de liderazgo, desempeño y planes de carrera. La conversación nos llevó al 9-Box, una herramienta utilizada para “mapear” o evaluar, a través de una gráfica de nueve cuadrantes, el desempeño y potencial de los empleados de una organización, en algún momento de la charla, mi interlocutor me preguntó qué es lo que hace que una persona que es considerada de alto desempeño en una organización, pueda convertirse al paso del tiempo en una persona de bajo desempeño.   Cabe recalcar que no nos referíamos a las “eternas promesas”, es decir aquellas personas que muestran habilidades y competencias tempranas pero que nunca llegan a tener un desempeño sostenido, ¡No señor!, nos referíamos a verdaderos super estrellas con fuerte impulso y cualidades demostradas a través del cumplimiento sostenido de objetivos y que de repente (de repente es un decir) presenta un desempeño muy pobre y limitado.   El ejemplo que vino a mi mente poco después de esa convers

Destruyendo, pero no tanto, silos.

La formación de silos en las organizaciones es hasta cierto punto natural. La creación de silos, en principio, tienen su origen en la especialización por áreas e intereses comunes de sus miembros. Ayudan a crear un sentido de identidad y pertenencia. Los humanos somos gregarios, y las comunidades proporcionan protección, estructura y roles definidos. En una organización, las distintas áreas que la componen (mercadotecnia, ventas, calidad, etc.) son pequeños ecosistemas de individuos y relaciones interconectados en una unidad principal llamada “empresa”. El problema deviene cuando se rompen las interconexiones de los ecosistemas (ya sea de manera vertical, horizontal, geográfico o demográfica) y se forman los temidos silos. Podemos aseverar que los silos se forman básicamente por falta de confianza . La falta de confianza en la comunicación y colaboración entre las áreas, va minando los puentes de cooperación interdepartamental, y esto termina convirtiéndose en pequeñas guerras internas

Construyendo confianza.

He de confesar que estoy sorprendido, negativamente sorprendido.   «En una semana y media inician las clases. En el colegio de mis hijos recién nos dijeron que cada niño ocupará una tableta; aún tengo muchas dudas de todo el proceso de las clases con esta modalidad desde casa, y ni siquiera los maestros tienen aún todo claro; estoy teniendo que habilitar unos espacios para que cada uno de mis hijos tenga “un lugar único para crear un ambiente idóneo de aprendizaje” —según pedía la circular que el director del colegio nos envío por correo electrónico—. Encima de todos estos gastos mi jefe me acaba de decir que es probable que en una o dos semanas regresemos a trabajar a la oficina…¿en serio?; ¿al mismo tiempo que los niños empiezan clases y no tengo con quien dejarlos?; ¿y sabes que es lo más me molesta de todo?, que ‘según’ él hemos bajado nuestra productividad, y que ya algunos hasta lo hemos tomado como vacaciones… como él no batalla y de seguro ni le gusta estar en su casa, piensa q

¿Al menos regresaremos a las oficinas? materialistas vs. emocionalistas

Hasta hace un par de meses, la conversación versaba en torno a si la oficina abierta, esto es espacios colaborativos y compartidos, había muerto para dar paso nuevamente a la idea tradicional de la oficina, es decir espacios con sus cubículos perfectamente alineados de paredes grises y colaboradores aislados de su entorno.   Al parecer ya hemos superado esa conversación para centrarnos en una nueva interrogante, ¿al menos regresaremos a las oficinas? Olvidémonos si el regreso es a espacios colaborativos o individuales; o si esas grandes plantas arquitectónicas abiertas se llenarán de mamparas de plexiglás transparente con las áreas de esparcimiento clausuradas por letreros y cintilla amarilla... ¿regresaremos?   Depende, depende, y depende. ¿De qué? De a quien le preguntemos.   En términos generales los colaboradores no quieren regresar, por lo pronto, a sus oficinas. En un sondeo reciente llevado a cabo por la Universidad Northeastern y publicado por el WSJ, arrojó que el 80% de la

¡Procrastinar es bueno!

Dejando a un lado lo complejo que puede ser pronunciar la palabra procrastinar, ésta de forma general ha sido asociada con la pereza o falta de responsabilidad, llegándola a calificar incluso como trastorno del comportamiento. De hecho, existen divertidos videos que te enseñan como deshacerte de la pereza y volverte una persona productiva. Y claro, en una sociedad del rendimiento, nos hemos convertido en sujetos del rendimiento (¡sé siempre productivo!; ¡exígete más!; ¡esto se trata de méritos!; ¡solamente hazlo!) donde el aplazar las cosas, o dejarlas de hacer, tiene una connotación negativa.   En esta sociedad del rendimiento “el hombre contemporáneo ha devenido en una fábrica de sí, hiperactiva, hiperneurótica, que agota cada día su propio ser diluyéndolo en un sin fin de actividades, a la postre, vacías de sentido” (Vázquez Roca, 2017) , por lo tanto alguien que no esté agotado, fastidiado, y que no se sienta auto-explotado; no esta rindiendo y por lo tanto algo está procrastinando