CHIHUAHUA, Chih. 28 de Junio de 2015. —Buenas noches, mi nombre es Margarito y seré su cocinero esta noche— De pie y frente a la plancha de acero inoxidable, se presentó con elegante cortesía y protocolo nuestro cocinero. Enfundado en su impoluta filipina blanca rematada con una corbata negra de fular, Margarito, de estatura media, piel morena, con un cutis curtido por la cocina y dos pequeños e inquietos ojos que asemejaban a una inquietas aceitunas inició, con fingida distracción, la preparación del arroz y un cuasi monologo de su vida. Arrojando al aire alternativamente cada una de las dos compactas porciones que tenía frente a sí, compartió a su cautivo público: —Yo soy del estado de Hidalgo, de un pueblito que se llama Huazalingo; aunque ya no vivo allá; mi esposa y mi hijo viven en el Estado de México, con suerte los veo una vez al año— nos compartió centrando su atención indistintamente en la mantequilla chisporroteaba en la plancha y en nosotros, su público comensa...