Foto tomada después de la carrera. Aún trato de disimular la frustración, enojo y tristeza en mi rostro. —¿En serio? — preguntó con sorpresa a mi costado una voz desconocida con marcado acento defeño. —¿Perdón?; ¿Qué me decías? — contesté con fastidio y desgano mientras caminaba por la Plaza de la República rumbo al sendero arbolado del Jardín de Tiergarten que me llevaría a los corrales de salida. —¿Qué si hablas Alemán? — repreguntó en tono amable haciendo caso omiso a mi mal disimulada molestia. Hacía apenas unos minutos, cuando recién había entrado al corral que me correspondía en el maratón de Berlín, ubicado sobre la calle Straße des 17 a un costado del Monumento Conmemorativo Soviético, hice un fatídico descubrimiento: Había olvidado el chip de la carrera en el hotel. Al igual que una mala película cinematográfica, mi mente se trasladó en cámara lenta recorriendo, con lujo de detalle, todo el camino de regreso al hotel hasta detenerse en el pequeño compartimiento