Aunque uno pudiera creer que son difíciles de identificar, la verdad es que no lo son tanto. Son petulantes al caminar, volátiles, explosivos y groseros, pero sobre todo, presuntuosamente exigentes. “¿Qué si en ocasiones soy exigente y me gusta que las cosas se hagan a mi manera?; sí y sí; no espero menos de la gente” suelen ufanarse cuando se les cuestiona al respecto. Las empresas no son democracias, y las estructuras jerárquicas en una organización son difíciles de erradicar (solo hay un director general, los incrementos salariales no se definen por aclamación popular y en cuestiones relevantes siempre alguien tiene la última firma). Por naturaleza la estructura típica de una empresa se asemeja más a una autocracia que a otra cosa, pero eso no significa que los líderes deban comportarse como dictadores o tiranos. En un mundo donde tan solo el 22% de los empleados están de acuerdo con el tipo de liderazgo de su organización ( Gallup, 2019 ) el rol del jefe tirano debiera ser revisa