Todo aprendizaje tiene una base emocional. Platón. Hace un par de noches en casa, mi hija de casi 5 años me platicaba acerca de una conversación que había tenido ese día en la mañana con un compañero de su kínder. La plática había versado sobre el antagonismo de los equipos locales de fútbol, la conversación, de acuerdo a mi hija, fue más o menos de la siguiente manera: —Es Mejor el equipo “X” — dijo el compañero de mi hija. —No, es mejor el equipo “Y” — reviró mi hija. —No es cierto, mi equipo es mejor, ¡buuu! A tu equipo— —Tienes razón— asintió mi hija antes de finalizar— tu equipo es el mejor. —Sabes Papa— me dijo mi hija ya en casa después de recrear la conversación, —Ese niño no sabe, es mucho mejor nuestro equipo; Arriba “Y” ¿verdad Papá? — Las emociones constituyen un impulso que nos moviliza a la acción, en los niños la acción puede ser llorar, huir, o discutir por un equipo de futbol. Más allá de lo sencillo de este ejemplo, lo primero que vino a mi