Todo aprendizaje tiene una base emocional.
Platón.
Hace un par de noches en casa, mi hija de casi 5 años me platicaba acerca de una conversación que había tenido ese día en la mañana con un compañero de su kínder. La plática había versado sobre el antagonismo de los equipos locales de fútbol, la conversación, de acuerdo a mi hija, fue más o menos de la siguiente manera:
—Es Mejor el equipo “X” — dijo el compañero de mi hija.
—No, es mejor el equipo “Y” — reviró mi hija.
—No es cierto, mi equipo es mejor, ¡buuu! A tu equipo—
—Tienes razón— asintió mi hija antes de finalizar— tu equipo es el mejor.
—Sabes Papa— me dijo mi hija ya en casa después de recrear la conversación, —Ese niño no sabe, es mucho mejor nuestro equipo; Arriba “Y” ¿verdad Papá? —
Las emociones constituyen un impulso que nos moviliza a la acción, en los niños la acción puede ser llorar, huir, o discutir por un equipo de futbol.
Más allá de lo sencillo de este ejemplo, lo primero que vino a mi mente fue el experimento del “test del bombón” (Stanford marshmallow experiment) que Walter Mischel llevó a finales de los 60´s. En este ejemplo, a un niño se le ofrecía seleccionar entre dos opciones. Obtener un bombón de inmediato u obtener dos bombones si el niño puede esperar un periodo de 15 minutos a solas frente al primer bombón…por supuesto sin comerlo.
De acuerdo a Daniel Goleman (Libro “Inteligencia Emocional” 1995) el buen control de los impulsos (control de sí mismo y fuerza de voluntad) es considerado un rasgo de personalidad positiva, y se indica como un rasgo importante en la inteligencia emocional.
Ya sea con bombones, o equipos de fútbol, como papás somos responsables de enseñar a nuestros hijos a desarrollar su inteligencia emocional y a canalizar sus emociones. Pero; ¿cómo trabajamos nosotros, como adultos, nuestra inteligencia emocional?
La inteligencia emocional, que es un proceso continuo y permanente, se logra mediante el reconocimiento de emociones propias y de terceros, identificación correcta de la emoción y la capacidad de ser tolerante a la frustración y avanzar ante ésta.
El Centro de Inteligencia Emocional de Yale ha desarrollado la metodología RULER con el objetivo de ayudar en el entendimiento de uno mismo, auxiliando en la comprensión y regulación de las emociones, y poder examinar y empatizar con los sentimientos de otros, logrando el crecimiento del individuo.
RULER es el acrónimo de:
Recognizing, reconocer nuestras emociones y la de los otros.
Understanding, entender que es lo que causa la emoción y las consecuencias de éstas.
Labeling, poder identificar nuestras emociones de forma correcta.
Expressing, expresar las emociones apropiadamente.
Regulating, regular o tamizar las emociones de forma efectiva
¿Lo más interesante de RULER?; fue diseñado para aplicarse en los distritos escolares de Estados Unidos; es decir, para niños; sin embargos es una metodología perfectamente aplicable a nosotros, los adultos.
Epílogo.- Let's RULER
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