A partir de las conversaciones que hemos tenido acerca del futuro del trabajo hay un tema que no deja de darme vueltas y que de manera persistente regresa a mi pensamiento. Este tema es el relacionado con las capacidades digitales de nuestros empleados.
En resumen, la falta de capacidades digitales en la gente (en general) acelerará la brecha digital y los estragos sociales causados por la desigualdad tecnológica, lo que ocasionará que miles de personas queden sin trabajo y sin nuevas oportunidades. Este tema para nada es nuevo, definitivo; entidades como la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Foro Económico Mundial (FEM) vienen insistiendo en este tema desde hace ya algunos años.
Los puestos de trabajo se están quedando obsoletos a una velocidad inusitada. Se estima que para los próximos años 75 millones de puestos de trabajo actuales sean desplazados por maquinas y algoritmos (FEM, 2018); para el 2022 se espera que cambien el 42% de las habilidades y competencias básicas requeridas para realizar trabajos que existen hoy en día; y, para el 2030 deberemos volver a capacitar a más de mil millones de personas como consecuencia de la cuarta revolución industrial (FEM, 2020).
Desde el punto de vista económico y ecológico estas son buenas noticias, pues aunque 75 millones de puestos tenderán a desaparecer por este cambio del trabajo, se calcula que al mismo tiempo surgirán 135 millones de nuevos puestos; y desde el ámbito ecológico, gracias a estas convergencias la adopción de prácticas sostenibles y tecnologías limpias se acelerará en gran medida. El desafío para evitar que esto se convierta en una nueva catástrofe (una pandemia digital) es habilitar en el uso de estas tecnologías a todas aquellas personas digitalmente vulnerables.
Pareciera que especial y reiteradamente estoy insistiendo sobre esta monserga de capacidades digitales, ¿y sabes qué? ¡En efecto lo estoy haciendo! El FEM afirma que gobiernos, empresas y sociedad deben unirse para lograr habilitar a las personas en estas competencias digitales. Esto no es suficiente, en definitiva no. Antes tenemos que destruir algunos sesgos:
Primero, no estamos hablando de desarrollar grandes competencias tecnológicas o científicas, se trata de competencias básicas para poder interactuar en ecosistemas digitales tal como el uso de app bancarias, educativas y laborales entre otras.
Segundo, debemos (tu y yo) ayudar en esta transición digital a las personas menos favorecidas (no el gobierno, no las empresas no la sociedad, tu y yo). ¿Cómo? Evitemos ser condescendientes con personas mayores o económica y socialmente vulnerables (destierra de tu vocabulario los: “Ya está muy grande para aprender”; “Apenas y sabe usar un celular”; “No puedo desperdiciar tiempo enseñándole a usar la computadora mis empleados”; “Ya deberían saber ¿no?”; “Ni para que le explique, yo lo hago por ellos”). Esto es tan común escucharlo en ambientes tan cercanos como en nuestros trabajos y con nuestras familias (suspiro).
No permitamos que los cambios digitales que estamos experimentando continúen ampliando la disparidad social y económica entre el mundo desarrollado y el no desarrollado. Para cerrar la brecha digital con aquellos que no tienen alfabetización digital, debemos asegurarnos de que las oportunidades digitales se distribuyan equitativamente entre países, regiones, géneros, nivel socioeconómico y edades.
Epílogo.- En palabras del Foro Económico Mundial: “Es hora de una revolución de educación digital. Únete”
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Rogelio Segovia es fundador de Human Leader Contacto: rogelio@humanleader.mx
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