Después de un cálido verano muy activo en temas laborales, económicos y políticos, las universidades han regresado a clases y con ello, nosotros, los profesores. Pasillos y jardines vuelven a llenarse de personas, voces y múltiples actividades. También el regreso a clases es el momento, para los catedráticos, de plantear preguntas sin respuesta y empezar a generar esa satisfactoria incomodidad que lleve a los alumnos a explorar un poco más allá del simple programa educativo.
En ese sentido, una de las primeras preguntas que les plantee a mis estudiantes, después de lidiar con el equipo de cómputo del nuevo salón y de las consabidas presentaciones y reglas de mi clase (perdón… de la cultura esperada en el salón), fue: ¿una empresa es socialmente consciente por real convicción o por mero interés económico?
El silencio se volvió palpable y las miradas se fijaron en cualquier punto del salón, excepto en mí. La pregunta quedó suspendida en el aire, resonando como un eco silencioso.
Así suelen ser los primeros minutos del primer día. Una especie de curiosa y prudente exploración de los alumnos al nuevo maestro. Pero ese silencio dura poco, finalmente son jóvenes, ávidos de hacer escuchar su voz.
Escuche respuestas variopintas. Desde aquellos que, con convicción, consideraban que aquellas organizaciones con enfoque consciente (que adoptan, por ejemplo, los criterios ESG que se refieren a aspectos que abarcan la gestión de recursos naturales, las relaciones con los empleados, las políticas de igualdad, entre otros) lo hacen por un genuino y desinteresado altruismo, y aquellos que dudaban de esto.
—Es por mero interés —dijo un alumno que previamente había solicitado compartir su punto de vista. —Una empresa paga, aproximadamente, impuestos del 35 %, más prestaciones de seguridad social, reparto de utilidades e impuestos sobre nóminas, y encima tienen que destinar recursos a pagar seguro de gastos médicos mayores a los empleados, o hacer obras en beneficio de la comunidad. Eso solo es porque tiene un interés, ya sea de no perder clientes o atraer más empleados.
Incluso hablamos de Richard Dawkins y su libro El gen egoísta, quien menciona que el altruismo de los humanos está impulsado por estrategia y egoísmo (deseo de no sentirse mal, o de obtener un beneficio). Ya de manera previa, Adam Smith había afirmado en este sentido que “no es de la benevolencia del carnicero, cervecero o panadero de donde obtendremos nuestra cena, sino de su preocupación por sus propios intereses” (algo intuía el Sr. Smith).
También hablamos del mantra de Larry Fink, CEO de BlackRock y uno de los hombres más poderosos del planeta, quien afirma que las empresas deben ser socialmente conscientes, no por cuestión de política; agenda social o ideológica; ni mucho menos por un “despertar”, sino básicamente por negocios. Y aquellas empresas que no coinciden con la visión BlackRock, fueron obligadas a hacerlo. En una entrevista reciente, el Sr. Fink afirmó que “los comportamientos van a tener que cambiar. Esto es algo que estamos pidiendo a las empresas. Hay que forzar comportamientos. En BlackRock estamos forzando comportamientos”
Ese día no llegamos a un consenso. De hecho, ni siquiera tuve esa idea al plantear la pregunta (rara vez pretendo llegar a una única respuesta).
Al terminar la clase, un alumno se quedó al final y me pregunto, —Profesor, entonces, ¿las empresas socialmente conscientes, es o no por una real convicción?, ¿cuál es la respuesta correcta?
—No sé —respondí a tirabuzón. —Espero que este semestre, juntos, podamos acercarnos a alguna respuesta que más o menos nos satisfaga a todos
ESE MISMO DÍA, pero ya después de la clase, me compartieron una noticia, S&P Global, una de las principales agencias calificadoras de deuda, dejará de asignar calificaciones numéricas a las empresas basadas en su desempeño ESG; ahora solamente emitirá descripciones narrativas detalladas, lo que sea que eso signifique. ¿Están los ESG en la cuerda floja, y con ello elementos vinculados con la Responsabilidad Social Empresarial? Después de todo, quizá ni siquiera era negocio.
Epílogo.— La semana pasada, en el pódcast de PEOPLE TRENDS (agosto 8, 2023), conversamos acerca de cómo la meritocracia permite a las personas, a través de su esfuerzo constante y diligente, tener movilidad económica y social. Un par de días más tarde, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) presentó su reporte sobre la medición de la pobreza en México. Y aunque de este reporte se desprenden buenas y malas noticias, quiero referirme a las primeras, esto es, la reducción del número de personas en situación de pobreza en el País, ya que poco más de cinco millones de mexicanos salieron de la pobreza entre 2018 y 2022. ¿Los principales motivos? El incremento de los niveles de empleo, así como de los ingresos reales. Como afirma el sociólogo francés François Dubet, “La meritocracia es un principio cardinal de la justicia social.
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