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Nuevo León… ¿A huelga?

🟢 Publicado originalmente en el periódico El Financiero - Bloomberg

La última ocasión que hubo una huelga en Nuevo León fue en el año de 1998, específicamente el 27 de julio de 1998 en la empresa Calzanova. Esa fue la última de cinco huelgas que hubo ese año en el estado. Hoy en día, escuchar acerca de una huelga en esta región nos parecería, por decir lo menos sorprendente e irreal. Damos por un hecho la paz labora de la que hemos gozado el último cuarto de siglo.

No siempre fue así; la primera parte de la década de los años 1990 fue de fuertes turbulencias laborales que se traducían en miles de emplazamientos y más de una decena de huelgas. Para tener mayor contexto de la realidad laboral de aquellos tiempos, basta decir que en 1997 hubo más de cinco mil emplazamientos y 22 huelgas declaradas. Fue a partir del gobierno de Fernando Canales, cuyo Secretario de Trabajo era José Mario Garza Benavides, cuando se empezó a revertir aquella situación que los periódicos de la época calificaban como “actos de gangsterismo sindical” (El Norte, junio 14, 1998).

Para el año de 1998, las cifras bajaron significativamente. En aquel año hubo poco menos de cuatro mil emplazamientos y cinco huelgas. De acuerdo al entonces Secretario del Trabajo, esa disminución se logró por “la conciliación que se tiene hoy en día con las autoridades y los actores de la producción”.

Ya en julio de 1999, autoridades estatales, representantes sindicales y empresariales festejaron que en Nuevo León no se había presentado una sola huelga durante el último año. Pero esa abrupta reducción de paros, hasta llegar a cero en el año de 1999, no fue fácil; tan solo entre 1991 y 1996 hubo en promedio casi 35 huelgas por año. El entonces Gobernador Fernando Canales mencionó desde la base de las antiguas chimeneas de la Fundidora Monterrey que aquello era “un hecho histórico, sin precedente alguno, gracias a la forma madura de trabajadores, patrones y sindicatos, se llegó a un año sin huelgas”.

Veinticinco años después, en Nuevo León seguimos gozando de la estabilidad laboral que se empezó a construir en aquel entonces. Esta estabilidad ha sido uno de los impulsores del crecimiento económico del estado y de la importante atracción de inversión extranjera de los últimos años. 

¿Es todo tan idílico como aparente? Estoy convencido de que no, pero las cosas tampoco son tan siniestras como algunas personas nos quieren hacer creer. ¿Hay sindicatos a modo, represión u opresión laboral en contra de los empleados en el estado como algunos han afirmado? Considero que no y no tengo elementos que me hagan pensar que la paz laboral del estado sea ficticia.

¿Qué existen malos ambientes laborales y jefes déspotas? ¡Por supuesto!. Claro que existen entornos laborales negativos y jefes autoritarios; y de hecho, muchos de los problemas que hoy tenemos se debe a la falta de capacitación de líderes y mandos medios para gestionar efectivamente sus conversaciones y a sus colaboradores, pero no podemos llegar a pensar que tenemos una estabilidad laboral maquilada de forma maquiavélica. Esa idea está lejos de la realidad.

Y pese a las cosas que evidentemente puedan estar mal, no requerimos los actos de gangsterismo sindical ni de huelgas fantasmas al estilo de los años 90 para corregir desviaciones o malas prácticas que puedan existir. Más bien que necesitamos que gobierno y empresas se enfoquen en dos cosas:

  1. Gobierno: Mantener un diálogo imparcial, directo, y abierto con todas las organizaciones sindicales; evitando conversaciones cupulares o excluyentes. Y algo que puede resultar redundante, pero no quiero obviar: asegurar el cumplimiento irrestricto del marco legal vigente, o como lo hemos venido conversando, cerciorarse del cumplimiento imparcial e irrestricto del sistema de consecuencias y recompensas.
  2. Empresas: Si el gobierno debe asegurar el cumplimiento irrestricto del marco legal vigente, las empresas no solamente deben, en consecuencia, cumplirlo, además deben asegurar prácticas administrativas éticas y condiciones laborales justas con enfoque en el bienestar social y económico de sus colaboradores. Adicional a esto, deben redefinir el perfil de los líderes en las organizaciones y desarrollar a los líderes y mandos medios en competencias conversacionales, de liderazgo, y de escucha (recordemos que muchos de los conflictos dentro laborales nacen del “yo digo lo que digo y tú escuchas lo que escuchas”, y en vez de construir puentes, fomentamos abismos).

La paz laboral desempeña un papel crucial en la atracción de inversión extranjera, en la productividad de las empresas y en el desarrollo de los empleados. Estos últimos días que hemos escuchado de algunas “escaramuzas laborales”, bien haríamos en tener en cuenta que nos corresponde a cada uno de los actores para corregir lo que esté mal e impulsar lo que va bien.

Finalmente, no son empresas versus trabajadores, tan solo somos arrieros en el mismo camino.

Epílogo.— Líneas arriba mencioné que las empresas deben asegurar prácticas “éticas” y “justas”. Podríamos nunca llegar una conclusión satisfactoria de que quiere decir exactamente eso; pero la semana pasada, en el desayuno mensual de ERIAC Capital Humano, estuvo presente Jorge Lozano, presidente de “Hagámoslo Bien” una organización que busca provocar, en las empresas, acciones de cambio a través de sensibilizar, habilitar y comprometer a las personas en la Cultura de la Legalidad. Entonces, si se puede.

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El autor es Doctor en Filosofía, fundador de Human Leader, Socio-Director de Think Talent, y Profesor de Cátedra del ITESM. 

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