El autor reflexiona acerca del modelo de las 6 dimensiones de Hofstede, el cual es utilizado para identificar y comprender comportamientos culturales de un grupo determinado de personas; y del mapa mundial de valores culturales de Inglehart, el cual describe la relación de los valores culturales de diferentes sociedades.
Una de las dimensiones o variables de Hofstede en la que Schettino hace mayor énfasis es la permisividad, una variable en la que México, de entre los países de la muestra, tiene indiscutiblemente el primer lugar. La permisividad, en palabras de Schettino, es la “capacidad que tiene la sociedad de que cada quién haga lo que le dé la gana”, o como él mismo explica, “los mexicanos no nos queremos meter con los demás, si alguien está haciendo algo mal en la calle, la gente solo se le aleja y muy rara vez alguien le reclama.”
Por esto el autor hace la pregunta en Largo Aliento ¿La baja autoestima de los mexicanos tiene que ver con su permisividad?
El tema me ha estado dando vueltas estos últimos días, y la frase que de manera insistente regresa una y otra vez es el muy mexicano: no hagas olas. En México quejarse es mal visto. Hasta a las palabras le tenemos miedo; decir 'tengamos una discusión' es impensable, es agresivo. 'Quejarse' menos, en inglés es 'complain' y eso suena a denuncia o agravio.
En México no nos quejamos. Vaya, no nos quejamos de manera formal y por los canales adecuados. Nos gusta 'repelar' por todo y estar inconformes, pero seguir un proceso formal de queja, no.
Si en tu trabajo eres testigo o víctima de alguna injusticia, acoso laboral, o en general de alguna situación que quebrante las reglas de la organización, el mantra es: “no hagas olas, no te quejes, recuerda que el hilo se rompe por lo más delgado y te puedes quedar sin trabajo”. En temas políticos, con mayor razón te sugieren “no hagas olas, no te quejes, porque ellos, los políticos, son poderosos, tú no”. ¿Tienes un problema con un vecino? “Mejor no hagas olas, no te quejes, que vas a tener que aguantar todo el tiempo que viva ahí.”. ¿Quejarse de la religión? Ni hablar, de eso mejor no hables.
Esto, en resumen, esto pareciera la ley de la selva y mejor “no hagamos olas y vámonos a otra parte”. ¿El resultado? No tener, como país, como ciudadanos, como empleados, reglas aplicables a todos y que él tenga más saliva, trague más pinole.
Epílogo.- Escribo este texto buscando un hotspot de WiFi ya que desde hace 6 días estoy sin acceso a la red mundial de internet. De hecho, de los 23 días que lleva el mes de enero, tengo, en dos eventos con el mismo problema, doce días sin acceso a internet. ¿Mi proveedor? Infinitum de Telmex. ¿Poner una queja? Claro, pero… ¿Cómo hacerlo? “No te quejes mucho, o no te harán caso”; “No seas muy insistente, o menos te arreglarán el problema”; “¿Enérgico pero respetuoso solicitando el reembolso de los días que no funcionó? Ni pensarlo, jamás tendrás servicio”. Entonces, me pregunto confundido, ¿cuáles son mis opciones? “Esperar, esperar y esperar… o cambiarte de proveedor, pero no esperes que las cosas cambien mucho” Suspiro… un país sin reglas.
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