Cuando empezamos a escuchar frases como gran renuncia o renuncia silenciosa, algunas personas relacionaron estos pegajosos términos con el deseo de los empleados de dejar de trabajar, pero no era así. Las personas solo empezaron a ver el trabajo como lo que es, simplemente un trabajo.
Esta revolución estuvo precedida de una afectación laboral y emocional que desgastó a las personas hasta la extenuación y que en algunos casos tuvo serias implicaciones en la salud física y mental de quienes lo sufrieron; a esto le llamamos burnout.
Y de repente llega, a los ojos de quienes lo ven de lejos, un rockstar llamado Elon Musk que promete El Dorado de las redes sociales y la libertad de expresión. El descubrimiento de la ciudad legendaria, una refundación de la mítica red social de microblogging. ¿El precio a pagar? aceptar, por parte de los empleados de esa empresa, un nueva cultura laboral definida como “extremadamente dura” (en inglés ‘extremely hardcore’, con las obvias connotaciones del término) llamada Twitter 2.0.
¿Qué es una cultura laboral “extremadamente dura”? En principio, lo contrario de quienes pregonan una “cultura de propósito” y con “reconectar con lo humano”. Pero para ser más específicos, expliquemoslo en palabras del Sr. Musk: “En el futuro, para construir un avance de Twitter 2.0 y tener éxito en un mundo cada vez más competitivo, necesitaremos ser extremadamente duros. Esto significa trabajar muchas horas a alta intensidad. Solo un desempeño excepcional constituirá una calificación aprobatoria”.
Salvo algunos adictos al trabajo, internamente muchos empleados se sintieron ofendidos por el estilo de gestión del nuevo dueño de la plataforma social, sobre todo por la promesa de pagar mucho dinero a quienes se queden, y decidieron renunciar en masa. Apenas la semana pasada muchos apostaban por que la empresa colapsaría, y aunque personalmente dudo que esto suceda, no es lo que hoy quiero resaltar.
Creo que ninguno de nosotros quiere un empleo en el que esté sobrecargado de trabajo, con miedo, infravalorado y recibiendo correos a media noche con el encabezado “Una bifurcación en el camino” (a fork in the road). Hoy que empezamos a ser conscientes de la relevancia del balance de nuestra vida, arengas como las del señor Musk abonan poco a la conversación.
Si se tratara de nosotros como empleados (es decir, tu o yo) quienes recibiéramos este trato y en vez de Twitter, y la empresa donde laboramos tuviera por nombre “Tal y tal, S.A. de C.V.” dirigida por “Fulanito de Tal”, nos sentiríamos tremendamente ofendidos y haríamos explotar las redes de negocios con quejas en contra del Lord Explotador.
Ciertamente, muchos de nosotros todavía tenemos que trabajar, pagar hipotecas y colegiaturas. Renunciar, incluso con tres meses de salario más veinte días por año, no es una opción para la mayoría. Aún así, algo está cambiando y ya nadie quiere trabajar así.
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