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Dime cómo lees y te diré cómo transmites, por escrito, una gran idea.

Creo que muchos de nosotros hemos visto alguna de las dos versiones de la película “Charlie y la Fábrica de Chocolate”, basada en la novela para niños escrita por Roahl Dahl.

Tanto en la versión protagonizada por Gene Wilder (1971),  como en la de Jhonny Deep (2005) uno de los lugares más emblemáticos de la película es aquel magnífico valle comestible con un ancho río de chocolate caliente que levantaba una dulce y vaporosa neblina.

En la película tanto los niños como sus padres, al igual que nosotros los espectadores, observamos aquel lugar con una mezcla de alucinación y aturdimiento. Algo similar ocurre con la información a la que diariamente estamos expuestos, nos aturde y embelesa. Pero al igual que el jardín de Charlie, no podríamos comer más de unos cuantos bocados antes de quedar rápidamente hastiados e indispuestos por tanta azúcar.

Todos los días consumimos una cantidad alucinante de información digital. En el 2009 el estadounidense promedio consumía alrededor de 34 gigabytes de datos e información (NYT, 2009); y hoy en día cada persona produce 1,7 MB (Seed Scientific).

De acuerdo a Maryanne Wolf, investigadora de la UCLA, hoy en día esta sobreexposición a estos niveles de información representan un punto de inflexión en el que nuestra capacidad de leer (leer de verdad y en profundidad, no solo escanear o desplazarse) pende de un hilo.

Con tanta información que tenemos hoy en día, ¿tenemos una mejor capacidad de transmitir ideas de manera escrita? Al parecer no.

En general a las personas siempre nos ha costado mucho trabajo escribir, y sobre todo escribir bien. Podríamos pensar que dada la cantidad de información que leemos hoy en día (seguramente mucha más de los 34 gigabytes del 2009) nuestra capacidad de escribir ha mejorado; pero no, no ha sido así.

¿Por qué? Principalmente por tres motivos:

  1. Escaneamos, no leemos. 
  2. Leemos mucho contenido del tipo “basura”.
  3. No nos gusta escribir, ya que la escritura es un arte, y como tal se construye con la práctica… y la práctica es trabajo.

“Escribir significa mucho más que conocer el abecedario, saber juntar letras o firmar el documento de identidad. Quiere decir ser capaz de expresar información de forma coherente y correcta para que la entiendan otras personas” menciona Daniel Cassany (1995).

¿Cómo podemos empezar a escribir de forma correcta? No es tan difícil, pero requiere trabajo, un montón de trabajo. Empecemos por discriminar el tipo de información a la que estamos expuestos; hagamos una buena selección de nuestras lecturas, y finalmente dediquémonos a escribir, escribir y escribir, ya que “…no hay milagros en la escritura: sólo trabajo”

Así evitaremos estar aturdidos, confundidos y desconcertados como los niños y sus padres al conocer el centro neurálgico de la fábrica entera, el corazón de todo el sistema, el valle comestible de la fábrica de Charlie Bucket. 

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