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¿Debemos tenerle miedo a la Inteligencia Artificial?

Se ha escrito cualquier cantidad de artículos que explican cómo la Inteligencia Artificial (IA) cambiará nuestras vidas. Estamos frente a la “gran tecnología de nuestra época”. No es la primera vez que los humanos enfrentamos una tecnología que no comprendemos y que sentimos que puede poner en riesgo nuestra utilidad o incluso nuestra existencia. 

Zygmunt Bauman, sociólogo y filósofo, habló mucho sobre el miedo en su obra. El autor polaco apuntó que miedo es como llamamos a nuestra incertidumbre, a nuestra ignorancia con respecto a la amenaza y a lo que hay que hacer para detenerla o combatirla, a algo que es abstracto, disperso e incalculable. En resumen, para este autor el miedo es una respuesta natural a la incertidumbre y a la falta de control que caracterizan la sociedad moderna.

Ya había mencionado en otro artículo que durante la primera mitad del siglo XIX el académico y filósofo Dionysus Lardner aseguró que la gente no podría viajar en ferrocarril “porque los pasajeros, incapaces de respirar, morirían de asfixia". Poco tiempo después, en 1876, un congresista norteamericano aseguraba que los motores de combustión interna no debían ser autorizados, ya que son «de una naturaleza demasiado peligrosa para que encajen en ninguno de nuestros conceptos habituales». Qué decir del desdeñoso comentario con el que el suegro de Alexander Graham Bell se refirió al teléfono, «¡Bah! Solo es un juguete». Ni hablar del telégrafo, quizá antecesor de Twitter, al que la prestigiosa revista inglesa The Spectator criticó diciendo «cabe pensar que la difusión constante de declaraciones en pequeños fragmentos acabará deteriorando la inteligencia de todos los que se sienten atraídos por el telégrafo».

El propio Sócrates, de acuerdo a Irene Vallejo en El Infinito en un Junco, se refirió a la escritura, quizá el primer gran invento del hombre moderno, de la siguiente manera: «Es olvido lo que producirán las letras en quienes las aprendan, al descuidar la memoria, ya que, fiándose de los libros, llegarán al recuerdo desde fuera. Será, por tanto, la apariencia de la sabiduría, no su verdad, lo que la escritura dará a los hombres; y, cuando haya hecho de ellos entendidos en todo sin verdadera instrucción, su compañía será difícil de soportar, porque se creerán sabios en lugar de serlo».

¿Debemos tenerle miedo a la IA? No lo sé y en primera instancia me parece que no, pero la propia IA, en este caso ChatGPT, dice “que la IA no es una entidad autónoma con intenciones maliciosas por sí misma” y, por lo tanto (ojo con esto), “no es que debamos tenerle miedo a la IA en sí misma, sino a su uso indebido y a los riesgos que puede presentar si no se controla adecuadamente”; o dicho de otra manera, no es la herramienta es el operador (esto es, el ser-humano)

En propias palabras de CHATGPT, ¿por qué no debemos tener miedo a la IA? Porque el comportamiento de la IA “está determinado por el diseño y los algoritmos que se utilizan en su desarrollo, y depende de cómo se utilice y se implemente. Por lo tanto, es responsabilidad de los desarrolladores y usuarios de la IA asegurarse de que se use de manera responsable y ética”. 

Fuente: marketoonist.com

La semana pasada el periódico The Wall Street Journal publicó un artículo titulado A Psychologist Explains How AI and Algorithms Are Changing Our Lives (21 de marzo de 2023) en el cual se comparte una serie de reflexiones del psicólogo y científico del comportamiento Gerd Gigerenzer. En una de ellas, el también catedrático de la Universidad de Potsdam, en Alemania, señala las diferencias entre el cerebro humano y la IA.

Inteligencia Artificial: Los algoritmos complejos como las redes neuronales profundas son ciertamente mejores que el desempeño humano en una situación estable y bien definida. ¿Ejemplo? Jugar ajedrez o Go.

Cerebro Humano: En problemas no estables, “manténgase alejado de los algoritmos complejos”. La mente humana está diseñada para funcionar con la incertidumbre: identificar una o dos señales importantes e ignorar el resto. En problemas mal definidos, los algoritmos complejos no funcionan bien. ¿Ejemplo? Predecir un virus, como un coronavirus.

Para Gigerenzer la IA, al final del día, sigue siendo una calculadora, una red neuronal profunda con muchas capas ejecutando ecuaciones cada vez más complejas, pero finalmente una calculadora. La IA puede construir o escribir un texto, “pero eso no significa que entiendan el texto en el sentido en que lo hacen los humanos”.

Epílogo.- Tenemos algunos años hablando de los retos que las organizaciones y los departamentos de recursos humanos tienen en temas de talento. Hemos insistido que RR. HH. no ha podido alinear del todo la estrategia del negocio con la del talento. Alertamos de que el enfoque tiene que estar en atraer, retener y evitar, entre otras cosas, la gran renuncia, la renuncia silenciosa y el burnout de los empleados. ¡Pero momento!, ¿nos hemos detenido a pensar en cómo se sienten hoy los profesionales de Recursos Humanos? Seguramente no. De acuerdo a Workvivo en los EUA el 98 % de los profesionales de recursos humanos informaron que estaban experimentando agotamiento, mientras que el 94 % dijeron que se sentían abrumados y el 88 % de los encuestados dijeron que temían trabajar. Doble contra sencillo que en México esto no es muy diferente. ¿Qué no estamos haciendo bien?

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