La semana pasada escuché la canción Penélope escrita por Joan Manuel Serrat y musicalizada por Augusto Algueró en 1969. Y mientras los versos y estrofas de la canción se sucedían unos a otros y yo la imaginaba a ella sentada, muy derechita, con su bolso de piel marrón, sus zapatos de tacón y su vestido de domingo hubo una parte de letra, que he escuchado cualquier cantidad de veces, que llamó especialmente mi atención; el momento en el que él, el caminante, regresa.
—Penélope, regresé —le dice el caminante.
Ella, con los ojos llenitos de ayer, voltea y lo ve con detenimiento. Después de un breve, pero espeso silencio que al caminante le parecieron largas horas, ella le sonríe y le responde con calma y amabilidad —Tú no eres quien yo espero —e inmediatamente después, ella, Penélope, voltea nuevamente a ver el andén de llegadas para observar uno tras otro, y con detenimiento, a los viajeros que descienden del tren.
La canción está inspirada en el mito de Ulises, rey de Ítaca, quien después de salir victorioso de la guerra de Troya inicia el regreso a su hogar, Ítaca, para reencontrarse con su esposa Penélope y su hijo Telémaco. Y aunque Ulises, después de diez años de guerra y diez años de su viaje de vuelta consigue llegar a su tierra y reencontrarse felizmente con su esposa, la Penélope de Serrat no tiene este final feliz.
Hoy, está por demás decirlo, vivimos un mundo laboral distinto al de hace algunos pocos años en el sentido de que las personas cada vez permanecen menos en las organizaciones. El cambio es constante. Las personas buscan nuevas experiencias críticas, nuevos retos, y nuevos aprendizajes, pero ¿esto nos está haciendo más felices? No del todo, o no a todos. No es un tema de dinero y tampoco es de felicidad. Quizá más bien se trate de bienestar, de sentirse productivo y apreciado. Se trata de estar en paz con uno mismo.
Pero hoy en día veo y escucho a personas que no están encontrando esa paz. En la búsqueda desenfrenada de altos niveles de excitación laboral llega un momento en el que las personas hacen un alto en el camino y descubren que les falta algo. No un pasado específico, a veces tan solo un sentido de pertenencia. Y entonces, llega la inmovilidad de Penélope. Ya no pasa el tiempo y el espacio es siempre el mismo, sus ojos se pierden en el ayer y no conocen ningún cambio.
Y cuando llegan nuevas oportunidades, el caminante, lo dejan pasar. —Tú no eres quién yo espero —dicen al tiempo que inventan motivos “esta empresa no me gusta”, “esta es una cultura asfixiante”, “las personas no son agradables” “mi nuevo jefe es insoportable”.
Para estas personas, cualquier tiempo pasado, como la Penélope de Serrat, fue mejor… o eso se dicen a sí mismos al tiempo que se quedan ancladas tejiendo sueños en sus mentes.
Tu... ¿sigues laboralmente anclado en el pasado?
Epílogo.- Calma Chicha. Con más de medio millón de trabajos creados en EUA este mes de julio y con la tasa de desempleo (3.5%) está en su punto más bajo en medio siglo ¿Por qué se dice que aquel país está en crisis? Nuestra generación, (y las anteriores) hemos entendido la crisis como aquella situación en que las empresas no quieren contratar empleados y los consumidores no quieren gastar. En esta nueva versión de crisis los empleadores quieren contratar, pero no pueden encontrar trabajadores para cubrir los puestos vacantes; y los consumidores quieren gastar, pero no pueden encontrar los productos.
---𝚁𝚘𝚐𝚎𝚕𝚒𝚘 𝚂𝚎𝚐𝚘𝚟𝚒𝚊, 𝙳𝚘𝚌𝚝𝚘𝚛 𝚎𝚗 𝙵𝚒𝚕𝚘𝚜𝚘𝚏í𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝙰𝚌𝚎𝚗𝚝𝚞𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝚎𝚗 𝙴𝚜𝚝𝚞𝚍𝚒𝚘𝚜 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝙲𝚞𝚕𝚝𝚞𝚛𝚊, 𝚎𝚜 𝚏𝚞𝚗𝚍𝚊𝚍𝚘𝚛 𝚍𝚎 𝙷𝚞𝚖𝚊𝚗 𝙻𝚎𝚊𝚍𝚎𝚛, 𝚂𝚘𝚌𝚒𝚘-𝙳𝚒𝚛𝚎𝚌𝚝𝚘𝚛 𝚍𝚎 𝚃𝚑𝚒𝚗𝚔 𝚃𝚊𝚕𝚎𝚗𝚝, 𝙿𝚛𝚘𝚏𝚎𝚜𝚘𝚛 𝚍𝚎 𝙲á𝚝𝚎𝚍𝚛𝚊 𝚍𝚎𝚕 𝙸𝚃𝙴𝚂𝙼 𝚢 𝙿𝚛𝚎𝚜𝚒𝚍𝚎𝚗𝚝𝚎 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝙲𝚘𝚖𝚒𝚜𝚒ó𝚗 𝚍𝚎 𝚁𝚎𝚌𝚞𝚛𝚜𝚘𝚜 𝙷𝚞𝚖𝚊𝚗𝚘𝚜 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝙲𝙾𝙿𝙰𝚁𝙼𝙴𝚇, 𝙽𝚞𝚎𝚟𝚘 𝙻𝚎ó𝚗---
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