Hace unos años, mientras estaba en una comida, uno de los comensales me dijo de manera lacónica: «Rogelio, tú estás en tu zona de confort» Divertido y curioso le pregunté el por qué de su afirmación; su respuesta fue algo como: dominas tu trabajo y obtienes buenos resultados sin mucho estrés. Algo le respondí y seguimos la charla de la mesa, pero en silencio me dije que si esa era la definición de zona de confort, definitivamente me gustaba, y mucho.
El término “zona de confort” siempre me ha causado suspicacia y cuando lo escucho, como en aquella ocasión, lo hago con bastante recelo. Si algo no está roto, ¿por qué repararlo?
Vivimos en un mundo laboral que está desbordado y resquebrajado en donde términos como Gran Renuncia o Renuncia Silenciosa llenan las conversaciones. Le pedimos a la gente que descubra su propósito, encuentre su balance y conecte con la misión de su organización. Pero si eventualmente la persona se llega a acercar esto le espetamos: estás en tu zona de confort.
La definición de confort es breve: “bienestar o comodidad material”. Por su parte, cuando hablamos de bienestar nos referimos a una vida abastecida de cuanto conduce a pasarlo bien y con tranquilidad, lo que nos permite el buen funcionamiento de la actividad somática y psíquica. Entonces, ¿estar en un lugar que te produce bienestar físico, cognitivo y emocional es malo?
Zygmunt Bauman, uno de los intelectuales más relevantes del siglo XX, acuñó el término modernidad líquida para definir el mundo en que vivimos: precario, provisional, ansioso de novedades y, con frecuencia, agotador. Un mundo opuesto al de las realidades sólidas de nuestros abuelos, donde conceptos como el trabajo y el matrimonio eran para toda la vida.
Uno de los elementos que, de acuerdo a Bauman, ha dado pie a esta sociedad líquida es la revolución consumista cuyo lema es “consumo, luego existo”, donde la idea ya no es cubrir necesidades básicas, ahora se trata del deseo, de descartar y sustituir, de ahí la frase de este autor: “nos han hecho esclavos del consumo, las tiendas, las grandes superficies. La búsqueda de la felicidad equivale a ir de compras”.
Entonces, no debiera sorprendernos que esta revolución consumista busque derrocar la zona de confort, ya que bajo esta visión resulta inadmisible que una persona esté en un lugar en el que se siente tranquila; por eso nos inventamos arengas del tipo: Vives en una casa con los suficientes metros cuadrados, pero podrías ser dueño de unos cuantos metros más. El trabajo que tienes te permite vivir de forma cómoda y plena, pero te está haciendo caer en el conformismo y en la mediocridad.
Tampoco debe llamarnos la atención que al buscar bibliografía acerca de la zona confort encontremos recomendaciones como “From Comfort Zone to Performance Management” (White, 2009) en donde se recalque que esta zona nos vuelve rutinarios y nos aleja de nuestra zona de aprendizaje, pero que puede mejorarse con…cierta cantidad de estrés.
La zona de confort no es tan mala como nos la han querido pintar. Quizá es el momento de dejar de inventar soluciones mágicas, de quebrarnos la cabeza para que los colaboradores se sientan comprometidos con su trabajo y con la empresa y empezar a buscar que la gente simplemente esté, y se sienta feliz, en su zona de confort.
Epílogo.- Dejémonos de charlas inspiradoras, si soy genuina y realmente feliz en donde estoy, en mi zona de confort, ¿por qué abandonarla?, ¿por qué sentirme culpable?
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