Hoy, que conversaba con un equipo de liderazgo, uno de los participantes hizo una observación que resumió de manera impecable el proceso de transformación cultural en el que están inmersos.
—La cultura organizacional no se trata "del ambiente que aquí respiramos", ni de lo que "hace la gente cuando nadie la ve". La cultura se trata del marco normativo que tenemos, de la forma en que lo hacemos valer, y en la convicción que las personas de este equipo tenemos de conseguir nuestros objetivos organizacionales y personales a partir de los comportamientos definidos y que están alineados precisamente a dicha normativa— compartió este ejecutivo
—¡Guau!— fue mi respuesta; e inmediatamente después le compartí una de las reflexiones de Jared Diamond, doctor por la Universidad de Cambridge y profesor de la UCLA, en su libro ganador del Pulitzer Armas, gérmenes y acero. Diamond, al final de su libro, se pregunta por qué algunas culturas nacionales han generado mayor riqueza y prosperidad que otras. Su respuesta es clara y por demás sencilla: porque son países que tienen un marco normativo mínimo, pero fuerte; y sobre todo porque sus leyes aplican a todos y se hacen cumplir.
¿Nos sorprende la conclusión del doctor Diamond? Estoy seguro que no. Entonces, ¿por qué seguimos dando a la cultura cierto halo místico y etéreo?
La cultura organizacional debe ser, y esta vez no lo dije yo, un marco normativo, la forma en que lo hacemos valer, y cómo nos sentimos las personas dentro de dicho marco.
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