A partir de que empecé a dar clases a nivel profesional, una de las primeras preguntas que siempre me hacen es “¿y qué tal son los chavos de hoy en día”? La pregunta no me sorprende, o más bien, ya no me sorprende. Los adultos tenemos el sesgo (que podríamos llamar sesgo del “efecto hoy en día”) de que la la gente joven de ahora respeta menos a los mayores que como lo hacíamos nosotros los adultos de ahora cuando éramos jóvenes. Pero esto “No es así: si eso fuera cierto, la humanidad habría degenerado de una forma difícilmente soportable” (Pérez Iglesias, J. 2020).
Sócrates, hace más de 2,500 años, al referirse a las personas jóvenes que: “ahora los chicos aman el lujo. Tienen malas maneras, desprecian la autoridad; no respetan a los mayores y prefieren la cháchara al ejercicio”. Bueno, si don Sócrates se refería de esa manera a los jóvenes, que podemos decir nosotros.
Hoy, que en mi clase estamos por cerrar el reto (resolver problemas reales en empresas reales del tipo “consultoría”), no dejo de sorprenderme del pensamiento abstracto de mis alumnos y de como se han adaptado para adecuar su “propuesta de solución” a los múltiples desafíos que se han enfrentado.
En el mundo laboral “real” el pensamiento abstracto, no obstante su relevancia, es bastante difícil de encontrar en las personas. Esta competencia permite a los colaboradores hacer un análisis de probabilidades, captar lo esencial de las cosas para evaluar situaciones y tomar decisiones, a partir de escenarios alternativos, que ayudan a planificar el futuro. Por otra parte, el aprender a trabajar con múltiples desafíos (falta de datos, retrasos en la entrega de información, poca clarificación del problema, etc.) suele generar frustración, desaliento e incertidumbre en ambientes laborales.
Este reto me ayudado a observar la manera en que los estudiantes, un grupo de personas bien preparadas y con valores muy diferentes (¡viva!), pero bien definidos, se retan, se frustran, pero sobre todo solucionan, proponen y construyen.
Pedro Sarasqueta escribió que “la sociedad necesita una juventud difícil; aquella que haga desesperar a los adultos. De esta forma nuestra sociedad puede realizar los cambios necesarios para adaptarse a realidades cambiantes”. Yo estoy con don Pedro.
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