En la clase de ayer una de mis alumnas hizo que soltara un gran carcajada, definitivamente me hizo el día.
Les cuento, cada clase la iniciamos con una reflexión, generalmente una pregunta, y ayer no fue la excepción. Como parte del tema que estamos hablando (dignidad humana, justicia, equidad, cooperación y respeto) utilicé una pregunta que Yuval Harari planteó hace unos días en un editorial en The Economist “¿Pueden los humanos cambiar la forma en que se comportan, o la historia se repite sin cesar, con humanos condenados para siempre a recrear tragedias pasadas sin cambiar nada excepto la decoración?”
Cuando fue el turno de participar de esta alumna comentó de forma sincera y espontánea —Profesor, ¿por qué siempre nos hace ese tipo de preguntas tan raras?—
Gocé la naturalidad de su comentario, me reí a carcajada tendida, se lo celebré, pero sobre todo, la felicité por la profundidad de su respuesta una vez que abordó la pregunta de Harari.
Estoy convencido de la capacidad de los jóvenes, nuestros futuros líderes, de generar pensamiento crítico y someter sus convicciones, y las de otras personas, a conversaciones profundas y sobre todo responder preguntas que no tienen respuestas correctas o incorrectas.
Lo veo con mis hijas y lo confirmo con mis alumnas y alumnos.
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