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¿Nos hemos equivocado con la 'Meritocracia'​?

🟢 Versión comentada por el autor disponible en Spotify y Apple Podcasts

Pocos términos levantan tanta pasión y comentarios como la palabra meritocracia. Esto es, y como comenté en una columna que escribí para el periódico El Financiero, el sistema basado en el talento, esfuerzo y dedicación para lograr movilidad en la sociedad y organizaciones, y que es considerado el sistema idóneo de reconocimiento laboral que justifica que cada quién tenga el puesto y salario que merece. Todo depende del mérito de cada persona.

La meritocracia es, parafraseando a Winston Churchill respecto a la democracia, 'el peor sistema de gestión, a excepción de todos los demás'. Vamos, no estoy en contra de la meritocracia y de hecho considero que ha sido la mejor forma de asegurar que las organizaciones en general puedan contar con el talento correcto, promover la competitividad interna y asegurar un equitativo sistema de reconocimiento y recompensa. Pero, casi siempre hay un pero, ¿nos hemos equivocado con la meritocracia?, ¿es moral y éticamente justa y equitativa?

¿A dónde quiero llegar?

Hace unos días modere una sesión donde, en un momento dado y como no queriendo la cosa, solté el concepto de meritocracia y pedí a los asistentes que me ayudaran de manera puntual con dos cosas: definir éste término, y determinar si este modelo de gestión de personas es bueno o era malo. Las respuestas a mi primera petición, es decir en cuanto a definirla, fueron bastante parecidas; por lo que hace a la segunda parte, fue apabullantemente unánime, y casi al unísono y en coro me respondieron: buena.

—Habían caído en la trampa —me regocijé en mi fuero interno.

Entonces les conté la historia de Richard, un joven afro-estadounidense de veintitantos años que había intentado mantener a su familia con empleos extras, desde quitar nieve con palas hasta recoger guisantes, y que había conseguido fama de ser uno de los hombres más trabajadores de la calle. Richard dijo: «Me imagino que debes salir ahí afuera y esforzarte. Debes esforzarte mucho antes de poder seguir algo». Después de cinco años de esfuerzos, Richard logró una cama andrajosa, un sofá, un par de sillas y un aparato de televisión, y se dio por vencido: «He estado luchando durante cinco años de la mañana a la noche, y ni mis hijos ni mi mujer ni yo tenemos nada» (Elliot Liebow, 1967, antropólogo y etnógrafo urbano estadounidense).

—El mérito, esfuerzo y dedicación de Richard, —comenté yo, —no fue, al parecer, suficiente… entonces —los provoqué —¿la meritocracias es mala? —La simultánea y abrumadora respuesta que me habían dado momentos antes, se convirtió en inaudibles murmullos. Aproveché el momento para ahora compartir mi punto de vista.

—¡No!, —dije de forma enfática y alargando intencionalmente, para generar mayor impacto, el silencio después de mi respuesta antes de continuar, —La meritocracia no es buena, ni es mala; simplemente 'es', y como todo en la vida, tiene sus luces y sus sombras.

Según Marvin Harris (1990, antropólogo estadounidense conocido por ser el creador del materialismo cultural), el punto de vista de que los pobres (o cualquier persona con alguna desventaja social) se nieguen a trabajar duro y a ahorrar no tiene en cuenta el tipo de trabajo y las pocas oportunidades de progresar, ya que cuanto más monótono, sucio y agotador es el empleo, mayor es la probabilidad de que se les recompense el esfuerzo y diligencia extra con más trabajo del mismo tipo.

¿Entonces? —parecían preguntarse los asistentes al foro que moderé.

—Entonces, —me adelanté yo, —La meritocracia no es mala, al contrario, es el mejor método, al menos conocido por mi, para asegurar la competitividad, innovación y equidad que a su vez ayude a crear más riqueza para la sociedad. De lo que se trata es de evitar la soberbia meritocrática, ser conscientes que el “échale ganismo” no es suficiente y que debemos de generar oportunidades (muchas y muy vastas oportunidades) para aquellos con algún tipo de desventaja.

No olvidemos que para la mayoría de las personas su origen (académico, social, económico) define su destino.

Epílogo.- “La meritocracia es un principio cardinal de la justicia social. Pero es un principio muy abstracto, muy general” (François Dubet). Para disminuir los problemas de desigualdad que nos acechan como sociedad debemos de empezar a generar oportunidades (verdaderas oportunidades para todos) para que cualquier persona pueda florecer, basado en sus méritos, en verdaderos ambientes de justicia y equidad.

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