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No sé por qué me hice esa pregunta, pudo haber sido la copa de vino blanco con que acompañé mi almuerzo, o pudo haber sido el no tener nada más benéfico en que pensar (lo cual, soy consciente, es un lujo). Mi mente vagó a la segunda mitad de la década de los años 90´s cuando empecé a hacer mis practicas profesionales. En aquél entonces, según recuerdo, no existía el bornout ni la gente se quejaba de las cargas de trabajo existentes; de hecho, eso lo recuerdo bien, la gente se sentía orgullosa de definirse con una palabra que afortunadamente cada vez escucho menos: workaholic o trabajólico (Google arroja 123,000,000 de resultados para bornout y tan solo 8,930,000 para workaholic).
En aquellos años el autodefinirse como trabajólico o adicto al trabajo (aparte de vestirse con pants coloridos y ropa holgada de estampados llamativos) era sinónimo de éxito y de ser un buen empleado; recuerdo que la gente presumía con especial orgullo los días que tenía acumulado de vacaciones; y en una época donde los días se acumulaban lentamente según la ley de trabajo (seis días el primer año y dos adicionales por cada año cumplido), era un gran logro tener cuarenta días o más de vacaciones (ya algunas empresas hoy en día no tienen límite de vacaciones y muchas otorgan 20 días desde el día uno).
En aquél entonces, cuando aún era estudiante y hacía prácticas profesionales me causaba asombro escuchar personas que tenían tres o cuatro años sin tomar vacaciones «Me tomo un día de vez en cuando, pero tengo mucho trabajo para pensar en irme una semana»; «No descanso cuando estoy de vacaciones por pensar en el trabajo y lo que tendré acumulado cuando regrese». Me abatía (y mucho) escuchar eso, pero supuse que así era el mundo laboral y que eventualmente me iba a acostumbrar.
Una vez que entré a trabajar formalmente aquél pensamiento duró exactamente un año, es decir, lo que tardé en tener mis primeros seis días de vacaciones (cinco para ser exactos, por cada cinco días te quitaban uno... el sábado). Generalmente me quedaba sin días antes de terminar el año y no recuerdo alguna vez en toda mi vida laboral que haya perdido un solo día de vacaciones por no tomarlos. Después de aquellas expresiones que escuchaba en mi incipiente vida laboral, me acordé de alguna más reciente «¿Otra vez vas a tomar vacaciones?» alargue la letra “O” al leer la palabra “Otra”. Las cosas no cambian mucho después de todo.
Incluso hoy en día pasamos por alto la importancia de las vacaciones desde una perspectiva física y psicológica. Tristemente aún conozco gente que no sabe tomar vacaciones, que sigue trabajando mientras vacaciona, o que las vacaciones le causan más estrés que placer. Por otro lado, aún no he entendido a aquellos jefes (me cuesta trabajo llamarlos líderes) que acostumbran buscar a sus colaboradores durante las vacaciones para nimiedades (pocas gente conozco personalmente, sino es que ninguna, que le hayan interrumpido sus vacaciones para anunciarles que ganaron el Nobel, que redescubrieron la penicilina o que la estación espacial que el vacacionista construyó esta teniendo problemas para acoplarse con una nave espacial).
Las personas necesitamos espacios de recuperación laboral (Geurts y Sonnentag, 2006) interna y externa. La recuperación interna sucede en el trabajo a través de descansos formales e informales durante la jornada laboral lo que repercute en manifestaciones afectivas positivas después de estos descansos. Por su parte la recuperación externa es la que se da después de la jornada laboral, los fines de semana y durante las vacaciones, y hace que los empleados cumplan sus responsabilidades laborales diarias con menos esfuerzo. En un mundo donde la conexión y digitalización nos exige estar conectados todo el tiempo en todo momento hace de esto todo un desafío.En la década de los 90´s el reto fue la cultura enfocada en ser un distinguido miembro de los trabajólicos, hoy el reto es irnos de vacaciones como miembros del club “modo avión”, es decir, permitirnos la desconectividad (mail on holiday) que el teletrabajo y la digitalización han hecho que los empleados no consigan desconectar en su periodo vacacional.
Epílogo.- ¿Por qué tomar vacaciones? ¿Para responder correos, mensajes y tomar videollamadas con los pies clavados en la arena? Espero que no, pensaba aún sin moverme y con los ojos cerrados, mientras sentía la lluvia, insistente y sutil, caer sobre mí.
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Rogelio Segovia es fundador de Human Leader, Socio-Director de Think Talent y Presidente de la Comisión de Recursos Humanos de la COPARMEX, Nuevo León.
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