Muchos de nosotros estamos dando por sentado que el mundo no solo está cambiando, sino que ya cambió. Escuchamos con beneplácito que un gran número de países están empezando a regular el teletrabajo para garantizar el bienestar y seguridad integral de sus empleados, ya sea que trabajen desde casa o que laboran físicamente en su centro de trabajo. Hemos disminuido la brecha de insatisfacción entre quienes por la naturaleza de su trabajo tienen que trabajar de forma presencial y quienes lo pueden hacer de manera remota.
En este camino, hemos descubierto, aunque quizá no a la velocidad que se requiere, que todo cambio conlleva desequilibrios en temas como los de equidad e inclusión, tenemos que seguir muy atentos, por ejemplo: en temas de empleabilidad, las mujeres están perdiendo sus trabajos a poco más del doble que los hombres; las personas solteras se quejan de sufrir un cierto trato discriminatorio al no poder acceder a jornadas flexibles como si lo hacen quienes tienen a su cargo a sus hijos o personas mayores, mientras que las personas casadas o con responsabilidades de cuidado de otros, se quejan de no poder seguir el ritmo de trabajo de quienes están solteros o no tienen a su cuidado a hijos pequeños o personas mayores.
Y no obstante, toda esta sensación de cambio de repente pareciera ser efímera, o en el mejor de los casos, estar sujeta por endebles alfileres.
Muchos empleados se sienten angustiados, frustrados, desmotivados y sobre todo, muy cansados. El alto nivel de productividad reflejado tanto por empleados que trabajan de forma presencial, como quien lo hace de forma remota, ha estado sustentado en mayor medida, en el miedo. El miedo a un futuro incierto, el miedo al COVID-19, pero sobre todo, el miedo al desempleo en medio de la peor crisis económica que prácticamente cualquier persona viva en el mundo tenga memoria.
«Estoy muy frustrado, cansado y me cuesta concentrarme» me compartió hace poco una persona con una posición de liderazgo en su empresa. «¿Cómo puedo ver por mis empleados si ni siquiera yo estoy bien? Estamos separados, y mucha gente se siente sola, pero regresar tampoco es una opción responsable» remató.
Todo esto no es sustentable para el bienestar de la gente, entonces ¿qué podemos hacer? Para empezar, un buen consejo es el que Simon Sinek, coach de negocios, compartió en el CEO Council Summit de WSJ, “lo que se debe hacer, es no fingir que tan solo meter a la fuerza el sistema viejo en el sistema nuevo va a dar resultado. La crisis es el gran revelador, y aunque se ha aprovechado la tecnología para conectar con la fuerza laboral, los lideres verdaderamente eficaces han redoblado el enfoque en su naturaleza humana”
Epílogo.- Debemos seguir construyendo espacios de bienestar para nosotros y nuestros colaboradores a partir de seguir desarrollando la escucha activa, la empatía, la retroalimentación y la compasión, pero sobre todo, tener las conversaciones difíciles que necesitamos llevar a cabo. Busquemos conseguir un cambio sostenido, no un cambio efímero y fingido.
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Rogelio Segovia es fundador de Human Leader Contacto: rogelio@humanleader.mx
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