El tomar la decisión de cambiarme de trabajo no fue sencilla, después de más de 8 años en mi anterior empleo, recibí una atractiva oferta de trabajo a través de una importante agencia de reclutamiento, me compartió una persona con la que conversé hace poco. El proceso —continuó contándome— llevó casi seis meses y aunque la empresa que me ofrecía el trabajo, mi ahora empleador, tiene una gran reputación en la ciudad, me di a la tarea de llevar a cabo una minuciosa investigación acerca de su cultura y ambiente de trabajo. Fui muy juicioso en las entrevistas de selección, conversé con personas que laboran en la empresa que me hizo la oferta, investigué en diversos sitios de internet e incluso platiqué con algunos conocidos que están en el área de recursos humanos. La oferta era inmejorable, la empresa era el sueño de casi cualquier profesionista en la ciudad e incluso certificada como uno de los mejores lugares para trabajar en el país, así que acepté la oferta. Al día de hoy me sigo preguntando: ¿en qué me equivoqué? —concluyó cabizbajo mi interlocutor—.
La conversación siguió dando vueltas en mi cabeza por unos días. La empresa indudablemente es una de las mejores del país para trabajar, y más allá de que a mi juicio esa organización se distingue por sus principios y acciones hacia los empleados, la persona que me compartió su experiencia había hecho todo el proceso conforme al instructivo. Investigó la empresa, hizo las preguntas adecuadas, y ponderó sus posibilidades, sin embargo el resultado fue, por decir lo menos, decepcionante.
Es claro que esta experiencia puede ser atípica, tan solo un error en el sistema, pero al preguntarle el motivo de la desilusión su respuesta fue categórica: es mi jefe; es narcisista y con un liderazgo poco ético. Esta persona no hablaba de algo ambivalente y etéreo como “la empresa”, hablaba de algo concreto y puntual, “su jefe”.
De acuerdo a Gallup (2019), el factor más importante para construir un equipo exitoso es la calidad de su líder. Los líderes (a través de sus fortalezas, su propio compromiso y su trabajo diario) representan el 70% del nivel de compromiso y satisfacción del equipo. Nuevamente, el pequeño tirano hacía su aparición para dar al traste con el trabajo y reputación de la marca empleadora, de la cultura, de una organización.
La palabra líder encierra una gran complejidad y multiplicidad de conceptos. Nos cuestionamos si el líder nace o se hace, si el líder es, o está. Generalmente nos imaginamos como líder a aquella persona que puede cambiar el status quo de una organización y adaptarse rápidamente al cambio brindando una visión de un futuro prometedor, al tiempo que motiva e inspira a sus seguidores a unirse en la búsqueda de un mundo mejor. Las competencias que con mayor frecuencia se buscan en un líder son: inclusivo, colaborativo, amable, generoso, justo y patrocinador del desarrollo de su equipo. En la realidad buscamos una sola cosa en los líderes: buenas personas que lideren éticamente.
Pero a veces olvidamos que el liderazgo se ejerce tanto en la luz, como en la sombra, y muchas veces nos encontramos con líderes narcisistas, es decir, personas que creen que son mas creativos, inteligentes y competentes que cualquier otro, tienden a desdeñar las ideas de los demás, son de forma imprudencial muy seguros de sí mismos, se exceden en los riesgos, son manipuladores, hostiles, y poco éticos en su actuar (O’Reilly y Chatman, 2020)
Este tipo de liderazgo, aunque suele ser nocivo para las organizaciones, es difícil de detectar. El líder narcisista suele tener buenos resultados en el corto y mediano plazo, se le confunde con personas competitivas y de alto desempeño, por lo cual llegan a posiciones de alta dirección. El problema de no identificarlos a tiempo, es que al llegar a posiciones de liderazgo, contratan a personas poco competentes pero que serán leales y con rasgos igualmente narcisistas; para ellos es mas importante la lealtad que la experiencia, “los CEO´s narcisistas recompensan a quienes refuerzan su narcisismo y castigan a quienes no lo hacen” (Chatterjee y Pollock, 2017).
Las personas que colaboran con líderes narcisistas suelen sentirse frustrados, insatisfechos, y poco comprometidos con su organización, y terminan haciéndose la pregunta: ¿en qué me equivoqué?
Epílogo.- Para aquellos que gustan de la toma de decisiones basadas en elementos cuantitativos: Se estima que estos comportamientos narcisistas pueden costar a las empresas más de $ 20 mil millones de dólares anuales (Tepper y Duffy, 2006).
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