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#Bitácora


Pocas veces hablo acerca del doctorado; las mas, es para reflejar algunos chistoretes de mi avance —o no avance— de tesis. Lo cierto es que no ha sido un proceso fácil y está siendo, por mucho, el mayor reto académico que he tenido en mi vida. Han sido horas de frustración, de enojo y de indecisión. Quizá uno de los momentos épicos de esta maratón llamada doctorado fue cuando le dije a mi director de tesis, un incansable creyente de mi investigación, que lo único que quería hacer es “ponerme en posición fetal y llorar”. La mayor frustración ha sido por cuestión de tiempo —o, mejor dicho, de la falta de tiempo— Escribir una cuartilla me puede llevar días de investigación, de análisis y reflexión, para después terminar poniendo esa cuartilla en la carpeta que he nombrado “para después”, elegante eufemismo para no mandarlo al cesto de basura del ordenador; algunas de ellas han sobrevivido a esa carpeta, sin embargo, la mayoría no volverán a ver la luz. Soy de los pocos, y de mi facultad quizá el único, que no soy estudiante de tiempo completo del doctorado o que tiene un trabajo no académico; esto me ha implicado fusionar y equilibrar mundos disimiles y muy alejados, y para rematar, mi tema de investigación es, por decir lo menos, “diferente”; ha sido romper paradigmas de lo que una investigación, en un doctorado en filosofía en una facultad de una universidad pública en México, “debe ser”. Hoy, por primera vez en dos años y medio de estudio (y cinco coloquios) que llevo andados, uno de los doctores que leyó mi investigación dijo, “Su tema Rogelio, es una bocanada de aire fresco para mi, celebro que usted esté llevando una investigación diferente a lo que aquí hacemos y con una aplicación práctica. Si lo lleva por el camino adecuado, y aún tiene buen trecho por recorrer, será un gran trabajo. Felicidades”. Dicen que elogio en boca propia es vituperio…no se si la crónica de un elogio, narrado por boca propia, también lo sea. Simplemente… no quería dejar pasar este momento.

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