“Estamos llevando a la organización hacia una cultura de alto desempeño, queremos implementarlo en nuestro ADN, pero ahora trabajo entre diez y once horas diarias, retirarme antes de las siete de la noche me produce un sentimiento de culpabilidad. Los fines de semana no son mejores, estoy todo el tiempo al pendiente del celular y constantemente siento una sensación de opresión en el pecho, no me permito sentirme relajada” me compartió una colega de RH de un grupo industrial regiomontano.
La conclusión es simple: en la búsqueda de crear empresas con cultura de alto desempeño, desarrollamos una subcultura del esfuerzo (aspirar, a través del máximo esfuerzo, a escalar en la jerárquica empresarial) que devino en una crisis de estrés que está mermando peligrosamente el rendimiento de los empleados. Si una cultura es un sistema de valores compartidos con función performativa sobre la que se construyen comportamientos organizacionales, hemos olvidado el impacto que estos comportamientos están teniendo en el colaborador. De acuerdo a un estudio realizado por Colonial Life, empresa de seguros y beneficios en centros de trabajo, un 50% de los encuestados confesó que pierde entre una y cinco horas a la semana por sentirse preocupado. En México, de acuerdo a la OMS, el 25% de los 75 mil infartos al año son provocados por estrés laboral (CIDICS, UANL). Un despilfarro de energía, tiempo y salud como éste merma la capacidad de una empresa para crecer en el reñido ambiente de negocios en Monterrey.
Y aunque el estrés moderado es necesario para responder satisfactoriamente a las exigencias del entorno laboral, hemos rebasado la frontera para acercarnos peligrosamente a padecimientos como el burnout, “un proceso de agotamiento, desgaste o consumación de energía, análogo a la sofocación de un incendio o la extinción de una vela” (Schaufeli WB, 2002) ¿Cómo llegamos aquí? La respuesta podría ser simple: estamos en una sociedad del rendimiento en la que cada uno de sus integrantes es una “fábrica hiperactiva, hiperneurótica, que agota cada día su propio ser diluyéndolo en un sin fin de actividades, a la postre, vacías de sentido” (Vazquez Roca, 2017)
En pocas palabras: Hemos identificado el problema, derivado de la creación de culturas de alto desempeño pero hemos olvidado los miedos, temores y cansancio de los colaboradores; lo que ha provocado un peligroso desgaste físico y emocional.
Estamos en un dilema y no podemos dar vuelta atrás en el entorno económico actual las empresas necesitan mas que nunca de sus empleados; pero para no comprometer sus capacidades debemos reconocer estas preocupaciones; lo primero es tomar medidas cuando sea necesario y construir ambientes de trabajo seguros y saludables que incluyan programas de reducción de estrés, ayuda psicológica y horarios flexibles entre otros. Lo segundo es comunicar; un colaborador puede ser reacio a acudir a RH y mostrar su vulnerabilidad, por lo cual la comunicación debe ser regular y constante y confidencial. Esto debe ser uno de los pilares principales de comportamiento organizacional sobre los que sustentemos la creación de una cultura de alto desempeño.
Publicado en el periódico El Financiero (mayo 10, 2019) en:
https://www.elfinanciero.com.mx/monterrey/cultura-de-alto-desempen-o-cultura-del-estre-s
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