Me gusta la luna, me gusta en todas sus faces; incluso cuando apenas es visible entre la nubosidad de las frías madrugadas de invierno y tan solo ofrece siniestras luces y seductoras sombras. Lo que amo de ella es su mal disimulada timidez; se entrega desnuda, fértil y llena a los ojos de sus amantes, pero se muestra esquiva y altanera cuando se le pretende inmortalizar. La luna no es de recuerdos, es de presentes…quizá por eso me gusta tanto la luna.
MONTERREY, N.L. Diciembre 10, 2014 (Sala de última espera del aeropuerto). —Todos los grupos pueden abordar ahora el vuelo 1272 con destino a Dallas, Texas— advirtió de forma divertida, pero protocolaria la representante de American Airlines; tomó con formalidad mi pase de abordar y pasaporte; escaneó el primero y levantó el segundo a la altura de mi rostro para cotejarlo. Terminada la rutinaria revisión me sonrió al tiempo que apuntaba —Bienvenido Señor Segovia— Recorrí de forma rápida el anden de abordaje encontrando a mi paso rostros que reflejaban una mezcla de diversión y sorpresa para llegar finalmente a la puerta del avión y confirmar que tenía un flamante, nuevo (y vacío -por cierto) Airbus 319 a mi entera disposición. Los tres sobrecargos, Cindy, Linda y Julio, me recibieron con sendas sonrisas, tomaron mi abrigo y cuando iba rumbo a mi lugar, me invitaron a tomar asiento en primera clase; un ascenso previamente autorizado por el piloto de la aeronave. Me s
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