Al fondo: Iglesia de San Francisco de Asís en la Plaza México (Mexikoplatz en alemán). Fue nombrada en honor a éste País por ser la única nación que se opuso a la anexión de Austria por la Alemania Nazi en la Segunda Guerra Mundial.
La edición número treinta y cinco del maratón de Viena arrancó sobre el Danubio en el puente más famoso de la capital austríaca, el Reichsbrucke, que conecta el distrito XXI con la plaza de México, en el distrito II, Leopoldstadt con cielo totalmente despejado y una temperatura de 22 grados centígrados, “un calor enemigo” según reseñó la prensa al día siguiente.
Poco mas de cuarenta mil corredores mezclados en “maratón completo”, medio maratón y maratón en relevos formábamos una festiva masa familiar llena de objetivos, sueños e inspiración. Correr un maratón donde no entiendes las palabras de aliento, recomendaciones, comentarios jocosos del maestro de ceremonias, o los carteles de apoyo y las porras del publico es por demás interesante y retador, pero cualquier vestigio de inquietud que pudiera estar sintiendo al inicio, se subsanó con Piano Concierto número 21 en C, K.467 de Mozart de fondo al momento de cruzar el puente.
Arrancar un maratón me conecta de manera peculiar con mi espiritualidad y me transporta a un nivel de agradecimiento que me tiene, siempre, en los siete eventos de este tipo en que he participado, al borde de las lagrimas. Es un honor, satisfacción y privilegio poder tomar la línea de salida de un maratón, cualquier maratón.
Como todo maratón, este no podia estar exento de anécdotas e historias; siendo quizá la mas peculiar la de la señora del público que me arrolló con la carriola de su hija cuando decidió cruzar la calle a la altura del kilometro trece (posteriormente agradecí que ella no hablara ni entendiera mi florido español) o los dos paisanos corredores con los que con afecto y cariño intercambié, sin dejar de trotar, saludos de mano, palmadas en la espalda y palabras de aliento.
Mas allá del “calor enemigo” que se sintió en esta edición, la ruta del maratón de Viena es amigable, variada e inspiradora; es como como correr de manera intercalada entre los pasillos de un museo y los frondosos, cuidados y amplios jardines de éste. Y si al momento de arranque extrañé las palabras de aliento en español, estas fueron ampliamente subsanadas en la ruta por los gritos de “go Mexico”; “vive e Mexique”; o, solo “Mexico” con una marcada pronunciación de la “X”, que gritaba el publico al ver mi visera.
Como todo maratón, este no podia estar exento de anécdotas e historias; siendo quizá la mas peculiar la de la señora del público que me arrolló con la carriola de su hija cuando decidió cruzar la calle a la altura del kilometro trece (posteriormente agradecí que ella no hablara ni entendiera mi florido español) o los dos paisanos corredores con los que con afecto y cariño intercambié, sin dejar de trotar, saludos de mano, palmadas en la espalda y palabras de aliento.
Mas allá del “calor enemigo” que se sintió en esta edición, la ruta del maratón de Viena es amigable, variada e inspiradora; es como como correr de manera intercalada entre los pasillos de un museo y los frondosos, cuidados y amplios jardines de éste. Y si al momento de arranque extrañé las palabras de aliento en español, estas fueron ampliamente subsanadas en la ruta por los gritos de “go Mexico”; “vive e Mexique”; o, solo “Mexico” con una marcada pronunciación de la “X”, que gritaba el publico al ver mi visera.
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