Cuando eres observador, todo el mundo es tu maestro
Sofy, mi hija de seis años, me dijo al salir de casa rumbo al colegio—Papi, que bonito día, ¿ya lo viste?; mira las nubes y el sol en la montaña—
Apagué la radio, bajé la velocidad del carro y levanté la vista hacia la montaña. Estos últimos días las mañanas han sido frías y despejadas Me percaté que la aguanieve de la semana pasada eliminó el color verde grisáceo del lado norte del cerro de las mitras y lo cambió por un verde helecho intenso que hace contrastar la vegetación con las veredas de desecho de piedra que se fueron formando hace poco más de cien años por la extracción de plomo, plata y fierro de la mina “La Voladora y Anexas”.
Le pedí a mis hijas que viéramos con más atención el cerro, que observáramos con atención los detalles de la montaña; y vimos el sol al “pegar” sobre la cresta o peñascos del cerro, contrastado con lo verde de las laderas, hacía que la roca pareciese nieve; al girar el volante hacia el oriente, vimos montones de nubes desperdigadas sin orden alguno sobre el centro de la ciudad, mostrando una gama de diversas tonalidades de azules y anaranjados sobre el cielo...en fin.
Es un trayecto corto, de menos de 7 minutos, pero fue diferente. Cuando mis hijas se bajan del carro nos despedimos de beso. Esta vez Sofy, además del beso, me abrazó y dijo; —Te quiero mucho Papi—
Ese fue mi observador de hoy por la mañana y mi hija, mi maestra.
*Artículo escrito para www.coachingLab.mx
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