Napa, Ca. Marzo 5, 2017.- Nunca dejo de sentir cada maratón como si fuera el primero, nunca dejo de sentir que cada maratón es mejor que el anterior, y nunca dejo de sentir que cada uno es diferente y especial.
Y si; el maratón de Napa es realmente diferente. Desde el número de participantes —poco menos de dos mil corredores—, la atención a los participantes y el tipo de organización, hasta el gran ambiente amateur que se siente en cada momento.
En la expo del maratón —pequeña y acogedora— los recogimos nuestro numero, camisa, y una mochila de viaje como obsequio. Hay productos conmemorativos para venta, promoción de otros maratones similares a Napa y degustación de vinos y cerveza.
La carrera inicia en Calistoga y termina en Napa.
Un cuarto después de las cinco de la mañana, los camiones de transporte escolar, fríos pequeños e incómodos —he de confesar— empezaron a partir rumbo a Calistoga, a poco más de 42 kilómetros de Napa. Cuando partimos la temperatura externa era de 4 grados centígrados pero dentro no se sentia mucha mejor, el aire frío se colaba por todas partes y una pertinaz y tupida lluvia nos acompañó todo el trayecto en los camiones hasta el punto de partida, lo que no fue impedimento para ir en una soporífera duermevela.
Al llegar a Calistoga la lluvia continuaba y la oscuridad reinaba en el ambiente, por lo cual la mayoría de los corredores decidimos resguardarnos en los camiones. Veinticinco minutos antes del inicio de carrera mágicamente la lluvia cesó. Un cielo encapotado, una mañana fría y una tenue luminosidad, nos dieron la bienvenida.
Una salida con menos de dos mil corredores suele ser un tema curioso. Cada quién toma su lugar de salida donde prefiriese, en mi caso cumplí el sueño de ponerme exactamente en la línea de salida. Los organizadores a través de dos pequeñas bocinas de pedestal de dudosa fidelidad y un micrófono inalámbrico hicieron un agradecimiento, cantaron el himno estadounidense y dieron la salida.
La ruta es por demás agradable y panorámica, campos de viñedos y grandes construcciones estilo californiano flanquean el recorrido, y aunque las pendientes suelen ser retadoras, los descensos ayudan a compensar el esfuerzo. El frío se mantuvo todo el recorrido, tan solo subiendo unos cuantos grados casi al final. A mitad del recorrido la lluvia volvió por momentos e incluso una fina granizada que lastimaba nos acompañó por unos minutos más allá del kilómetro 30.
Casi al final el cielo se abrió, algunas franjas de sol aparecieron de forma tímida para huir casi de inmediato, pero ya al final, cuando se corre tan solo con el corazón el clima ya no importaba, los viñedos habían quedado atrás y nos enfilamos, a través de un camino que serpenteaba los patios de las casas de la zona, rumbo a la escuela donde estaba marcado el punto final.
La entrada a la recta final —como suelen ser todas las entradas a meta— fue épica, enfilé solo rumbo al arco de meta, la voz al micrófono anunciaba la llegada de “Rogelio Segovia de México” para inmediatamente y en español, agradecer el que estuviera ahí. Crucé la meta saltando de gusto y alegría; —primera vez que las piernas me dan para eso— había roto mi marca personal; disfrutado el recorrido de forma disciplinada y cumplido la estrategia planteada; Un miembro del staff chocó conmigo las palmas y me llevo un botellín de agua. Me pusieron un protector térmico para el frío y regalaron un rompevientos antes de colgarme en el cuello la medalla de mi sexto maratón.
Epílogo.- ¡Pude hacerlo!
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