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Conciencia ecológica.

“Los árboles son parte de la solución contra el cambio climático, el mayor problema que hemos enfrentado nunca.”
Al Gore.

Y de repente, la conciencia ecológica nos brota como la pequeña raíz de cientos de bellotas caídas de un viejo encino silvestre. Ahora tenemos estricta conciencia en el reciclaje y nos esmeramos en dividir nuestra basura por tipo de desecho, reutilizar en manualidades para festividades o decoración de algunos espacios de nuestras casas. Criticamos a quienes tiran basura en los ríos o a los grandes desarrolladores y empresas que explotan hábitats y reservas naturales. 

Nos preocupamos por el incremento de la temperatura a nivel mundial y de los cambios climatológicos impredecibles, ponemos el grito en el cielo cada vez que nos enteramos de una catástrofe ecológica; nos criticamos con dureza: “estamos acabando con el mundo”, pero juzgamos con escepticismo: “Las grandes corporaciones y los gobiernos velan exclusivamente por su interés económico y no hacen nada al respecto.”

Pero, ¿Qué estamos haciendo en nuestro entorno? Las casas-habitación de la actualidad son cada vez más pequeñas, el espacio en los patios suele ser diminuto, y la banqueta en ocasiones termina siendo un angosto arroyo de concreto. Y los pocos espacios que quedan en casa los tapamos con concreto, para no regar o recoger hojas. Los árboles que podemos llegar a tener (raramente nativos); los quitamos y al cajete le “echamos cemento” (no sea que en una de esas decida salir nuevamente el árbol); todo con tal de no barrer las molestísimas hojas. 

¿Y si el vecino tiene un árbol frondoso?; echémosle pleito por toda la basura que su molesto árbol nos genera; ¿y si no lo corta?; bastaba más, trocémoslo nosotros o quejémonos con el municipio; mejor aún peleemos con el vecino por las hojas de un árbol.

Lancemos un reto y actuemos consecuentemente con nuestra renovada y muy de moda conciencia ecológica: sembremos (y cuidemos) ya sea en nuestro patio, en nuestra banqueta, en una maceta en el balcón, o en el parque de la colonia un árbol por cada miembro que habite en nuestras casa; ¿el resultado?, disfrutar un medio ambiente más saludable para la vida humana.

Y cuando nuestro jardín trasero esté tapizado por las hojas color cobrizo del árbol del vecino, disfrutemos la melodía de la suave estridencia que producen al crujir cuando las pisamos, porque si en otoño “los campesinos cantan y bailan; la cosecha ha sido buena. Uno de ellos se ha emborrachado con el vino nuevo y se amodorra”; seguramente ira a recostarse en el montón de hojas recién apilado.

Epílogo.- De las personas que riegan con manguera las banquetas, quizá esperando que retoñe más cemento, platicamos en otra ocasión.

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