Guanajuato, Gto. Diciembre 28, 2015.- Durante mis vacaciones de fin de año llegué a una tienda de conveniencia de esta ciudad del bajío mexicano y me dirigí al área de refrigeradores; al abrir la puerta de vidrio templado oí el angustiante llamado de una mujer: “—Me voy a convulsionar, ¡ayúdame!—”. De forma autómata, cerré la puerta del refrigerador y voltee a ver a la señorita que estaba cobrando en la caja. Pensé que probablemente o no había oído el grito; o, por la fecha se trataba de una mala broma del día de los inocentes. Casi de manera instantánea abrí nuevamente el refrigerador y escuché otra vez la misma llamada de auxilio y en ese momento me quedó claro que era verídica y se dirigía a otra persona dentro del cuarto frío de la tienda.
De inmediato me dirigí con la cajera y le comenté lo sucedido sin tener respuesta de ella, por lo que de forma enérgica le pedí que se dirigiera al cuarto frío a revisar que estaba sucediendo. La señorita entró a revisar y al poco tiempo salieron dos personas confirmando que una tercera estaba desmayada y "atorada" entre el producto. Quien me acompañaba se dirigió de inmediato al cuarto frío con una de las empleadas a auxiliar a la victima, mientras la otra señorita y yo hablamos a una ambulancia y a su jefe inmediato. Posteriormente nos dirigimos a proporcionar auxilio a la persona desmayada
La situación se complicó pues la señorita sufría de sobre peso y el cuarto frío estaba obstruido por exceso de producto por lo cual no podíamos moverla; aunado a esto ella entró al cuarto frío sin chamarra ni protección contra las bajas temperaturas por lo cual nuevamente tuve que solicitar de forma enérgica chamarras para cubrirla y que empezaran a despejar el pasillo. De mi parte me dirigí con la víctima para proporcionar maniobras de resucitación cardiopulmonar (RCP), sin embargo las maniobras de RCP ya no fueron necesarias, pues la señorita empezaba a recobrar el conocimiento al tiempo que me confirmó que no tenía dolor alguno en el pecho y que ya había sufrido este tipo de convulsiones previamente.
Finalmente la ambulancia tardó en llegar unos quince minutos y la historia tuvo buen desenlace. Cuando los para-médicos arribaron al lugar, la empleada ya había recuperado el sentido y estaba sentada y hablando afuera del cuarto frío (la pudimos sacar apoyada en él supervisor y en mí una vez que despejamos el pasillo de acceso y salida de producto).
Aunque este no fue un problema cardíaco es importante mencionar que el 60% de los paros cardio-respiratorios fuera de hospitales se producen frente a testigos. La gran mayoría en espacios públicos; por lo cual es imprescindible iniciar las maniobras de reanimación de forma inmediata para ayudar a la supervivencia de la víctima, pasados 10 minutos, los intentos de reanimación no suelen tener éxito, y si lo hacen, las secuelas neurológicas son elevadas mientras que la reanimación cardio-pulmonar básica realizada por un testigo de forma inmediata puede duplicar o triplicar las posibilidades de supervivencia de las víctimas.
Estos cursos de RCP básico proporcionados al menos una vez al año a nuestros Colaboradores, más la aplicación de protocolos de emergencia, nos ayudan a auxiliar de forma inmediata a víctimas en caso de emergencias médicas, reduciéndose de una manera considerable, tanto los porcentajes de muertes como las secuelas derivadas del paro cardíaco.
Epílogo.- Esta capacitación médica básica, como empleadores, nos distingue como una empresa socialmente responsable en las comunidades en que interactuamos.
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